sábado, 10 de marzo de 2012

El primer yo

Dicen que, aparte de los humanos, sólo los chimpancés, los orangutanes, los delfines y los elefantes son capaces de reconocerse en un espejo. Para llegar a esta conclusión, los científicos hacen experimentos como por ejemplo colorear parte del animal con un spray y ponerlo frente a un espejo, determinando así si dicho animal considera que ese color extraño lo tiene él (y trate por tanto de tocárselo) o por el contrario piensa que la imagen del espejo no tiene nada que ver con él.

Ésta es una prueba de conciencia de uno mismo, de reconocer que somos individuos independientes del resto del mundo que nos rodea. Los humanos además podemos pensar en el futuro y en el pasado, intuimos que nuestro destino será el mismo que el de nuestros congéneres. Hemos llegado a descubrir muchas de las leyes que rigen el universo y por tanto nuestras vidas.

¿Cuál fue el primer yo, la primera conciencia en este frío e inconsciente universo? Inicialmente todo era una mezcla de materia y energía del todo inconsciente sobre su propia existencia. Con el paso del tiempo, se iban creando estrellas y planetas, galaxias y sistemas solares. En algún punto del universo, llegó un día en el que nació el primer yo. En ese momento apareció la primera conciencia, la actuación de las leyes de la naturaleza sobre el universo en expansión, produjo por selección natural el primer ser que comenzó a darse cuenta de sí mismo.

Puede que ese ser apareciera hace millones de años en algún lugar lejano del universo. O puede que fuera el primer homínido dotado de una inteligencia superior a la de sus congéneres. Pero lo que es seguro es que ese ser estaba sólo. En millones de años luz a la redonda, no tenía con quien compartir de ningún modo su conciencia de la vida, pues nadie aún se había dado cuenta. Fue el primer ser en despertar.

El yo no es sólo reconocerse en un espejo. El yo es darse cuenta de que eres algo distinto del mundo, con autonomía propia, algo que siente y que piensa y ser capaz de relacionar las cosas que ocurren con las consecuencias que tienen sobre ti mismo y viceversa, darte cuenta de las implicaciones que tienen sobre el entorno tus propias decisiones.

Solemos pensar que el yo coincide con la duración de nuestra vida pero si tomamos la definición anterior esto no es así. Antes de cumplir un año, ni siquiera nos reconocíamos en los espejos. Y puede que alguna circunstancia no deseada acabe con nuestro yo antes de que nuestra vida finalice. Así que la conciencia de nosotros mismos y nuestro entorno surge de manera posterior a nuestro nacimiento, fruto de un aumento de la inteligencia.

Dentro de unos años nacerá el primer yo artificial. Los avances en inteligencia artificial darán como fruto una conciencia digital de sí misma, un yo sin sangre en las venas. Ese yo será consciente de haber sido creado por otros “yo” y de algún modo sabrá que está sólo, ya que no habrá nadie como él.

Tras la explosión inicial, el mar de materia y energía que se extendía regido por unas leyes inamovibles dio lugar al primer yo consciente del universo. Dentro de poco uno de esos “yo” creará otras conciencias artificiales. El inanimado y frío universo cada vez es más consciente de sí mismo.

En un mundo sin “yo”, el aumento de inteligencia produjo su nacimiento. Conforme siga aumentado la inteligencia, ¿que otras proezas podrán surgir del mismo modo que un día nació la conciencia? La respuesta a esta pregunta no la veremos ninguno de los “yo” que leemos este artículo, pero tampoco debemos preocuparnos mucho, porque aunque la hubiera no la entenderíamos.